Cómo los roles familiares pueden atraparnos

Cómo los roles familiares pueden atraparnos

Análisis psicológico de la película Encanto: cómo los roles familiares pueden atraparnos

La película de animación Encanto no es una simple historia de Disney para niños y niñas, sino que va más allá. Cuenta la historia de la familia Madrigal, de origen colombiano, cuyos integrantes cuentan con distintos dones o encantos mágicos. Analicemos algunos de los personajes de esta familia, y cómo reflejan distintos roles que de hecho son muy habituales en las familias de carne y hueso.

La abuela es la fundadora de la familia. Su marido es asesinado mientras están huyendo juntos de su lugar de origen hacia un destino más prometedor. Es por este sacrificio que se les concede la magia, como símbolo de protección. Unos dones que son otorgados mediante una ceremonia a cada miembro de la familia cuando aún son niños y niñas. La abuela convierte los dones de cada familiar en algo que deben devolver al pueblo en forma de ayuda, tratando de que cada poder sea útil para la comunidad de alguna manera. Esto construye unas elevadas expectativas y genera una gran presión entre los integrantes de esta familia. La abuela probablemente actúa de esta manera intentando construir una familia perfecta e intachable, de modo que haya merecido la pena el sacrificio sufrido.

Podríamos asemejar a la abuela a esos cuidadores o cuidadoras que intentan a toda costa maximizar e incluso explotar los “dones” o cualidades personales de sus hijos e hijas, como la inteligencia, una destreza concreta o la belleza. Esta elevada exigencia acaba interiorizándose por parte de los y las menores, convirtiéndose en autoexigencia y baja autoestima, ante la imposibilidad de alcanzar el objetivo ideal que diseñaron para ellos y ellas.

El don de Isabela es el de la perfección, en todos los sentidos posibles. Hace florecer exquisita vegetación a su paso, y es bella y armónica como el delicado pétalo de una flor. Sin embargo, este poder guarda un revés amargo: la expectativa por parte de la abuela de la más absoluta rectitud y sumisión, hasta el punto de contraer matrimonio solo porque es lo que la abuela quiere. Podemos encontrar perfiles así entre personas que priorizan las necesidades del resto por encima de las suyas propias, buscando desesperadamente la aceptación de los demás en base a la obtención de admiración y halagos a su perfección, su belleza y/o sus resultados académicos/laborales. Y es que estas personas sienten que nunca es suficiente, y jamás se sentirán plenamente satisfechas debido a que su perfeccionismo aprendido define que siempre hay un objetivo más que cumplir, o un escalón más que trepar.

El poder de Luisa es la fuerza sobrehumana, debe cargar con todas las tareas que son demasiado pesadas para el resto. Esto la impide descansar, disfrutar y vivir su propia vida. Podemos ver la semejanza en la vida real con esas hermanas, muchas veces las mayores, que deben poner sobre sus hombros diversas cargas familiares: trabajar cuando desearían seguir estudiando, cuidar de familiares enfermos, mediar entre las discusiones familiares, etc. De este modo, se les impide quejarse y expresar su vulnerabilidad, exigiéndolas ser más adultas de lo que les corresponde. Construyendo un rol de “cuidadoras” que luego repiten en sus relaciones con los demás, siendo esto aprovechado por personas con perfiles más narcisistas, y olvidándose de cuidar de sí mismas.

Mirabel es la única de la familia que no posee un don. Y, por ello, es la “oveja negra”. Constantemente intenta demostrar su valía, pero nunca es suficiente para la abuela, ya que no tiene una habilidad mágica como el resto, estando condenada a ser eclipsada por sus hermanas y primas. Se siente invisible, como muchos hermanos y hermanas que deben convivir con familiares que tienen alguna condición especialmente notoria, ya sea positiva (buenas notas, excelentes resultados en algún deporte, ser el “gracioso” de la familia, etc.) o incluso negativa (enfermedades físicas, trastornos mentales, etc.). También pueden sentirse minusvaloradas en comparación con anteriores versiones de sí mismas del pasado, después de que alguna circunstancia vital como un accidente o una enfermedad haya impedido o invalidado el uso de su habilidad o don concreto, viéndose despojadas de lo único que aparentemente las hacía sentir especiales. Estas personas tratan de ser vistas de cualquier manera, a veces con conductas de protesta y rebeldía, otras veces intentando agradar y recibir validación externa de manera desesperada, como es el caso de Mirabel.

Bruno, tío de los tres últimos personajes, es capaz de leer el futuro, y vive escondido en las zonas ocultas de la casa familiar, ya que es repudiado debido a su don. Y es que es portador de malas noticias en forma de profecías catastróficas, quedando su propia persona asociada a dichos contenidos negativos. Y no se nos da bien eso de “no matar al mensajero”. Como dice la popular canción de la película, “no se habla de Bruno”, para los menores es una incógnita qué es lo que ha pasado con su tío, y nadie quiere hablar de ello. Esto es algo que sucede en muchas familias, en las cuales hay secretos familiares en forma de tabú de los que nadie quiere hablar: quién es mi verdadero padre, qué le pasó al abuelo, por qué se divorciaron mis padres, etc. Esta ocultación genera un hueco a nivel identitario que puede ser muy doloroso, ya que construimos nuestra propia identidad a través de las historias que nos cuentan de nosotros mismos y del mundo, y parte de esta identidad es familiar. Al final, Bruno es aceptado de nuevo por la familia, gracias a la inestimable ayuda de Mirabel, y a que la abuela es capaz de dejar a un lado su obsesión por explotar los dones de sus seres queridos y empezar a verlos y aceptarlos como realmente son, personas imperfectas, con diferentes aristas y recovecos.

¿Qué lección nos deja este final? Como progenitores, que tenemos que liberar a nuestros hijos e hijas de las cargas que a veces imponemos sin darnos cuenta, ver que son más que un futbolista prometedor, el abogado que no pudimos ser, o la niña coqueta que se cuida y agrada a todo el mundo. Trascender esa etiqueta y darnos cuenta de que tienen muchas otras cualidades y también defectos, y que tenemos que quererlos incondicionalmente, al margen de sus logros o medallas más destacadas. Ningún niño o niña debe tener que ganarse el cariño o la aceptación de las personas que lo cuidan, la aprobación no debe depender de sus resultados o logros, sino que debe ser una condición inherente e indiscutible.

Como hijos e hijas, la película nos deja la enseñanza de que debemos percatarnos de que muchas veces nuestra voz crítica interior tiene un origen familiar, una autoexigencia transmitida con los años, en parte a través de nuestros progenitores, que construyó un perfeccionismo y una baja autoestima al no poder alcanzar aquellas metas irreales. La buena noticia es que podemos identificar de dónde provienen estos patrones de pensamiento y quitarles su “poder”, al construir nuevas metas vitales más ajustadas y un diálogo interno más amable y adaptativo. Puede no ser tarea fácil o rápida, pero sin duda los profesionales de la psicología sabemos que todo aquello que se aprendió puede desaprenderse y reaprenderse de nuevo. 

 No dudes en contactar con Tu Psicólogo en Alcalá de Henares, será todo un honor y un placer acompañarte en ese viaje.

 

Lucía Pablos Domingo
Psicóloga General Sanitaria