Cómo afrontar el acoso escolar

Cómo afrontar el acoso escolar

Los efectos a medio y largo plazo del bullying son de diversa índole y afectan tanto anímica como físicamente. Las consecuencias de la victimización escolar se presentan en un continuo que va desde la pérdida de la capacidad de establecer relaciones de amistad estables, de la confianza en los demás y en uno mismo hasta altos grados de depresión que, en ocasiones le lleva a desear “desaparecer”, en otras acrecienta un el deseo de “venganza” como fórmula de escape ante la violencia sufrida. El agresor también sufre consecuencias, no es un comportamiento gratuito. Para él las consecuencias están en relación directa con su proceso de desadaptación escolar que se ve reforzado por la aprobación de un grupo de incondicionales, extendiendo su conducta antisocial a otras esferas de relación: familia y profesores.

Centrándonos en las medidas que hay que tomar cuando tenemos en la consulta privada a un niño que está sufriendo acoso escolar, el primer objetivo será lograr que cese el acoso, interviniendo en el medio escolar y familiar. Paralelamente habrá que trabajar las múltiples consecuencias psicológicas que produce este tipo de acoso para restablecer la autoestima y la confianza de la víctima. Suelen ser niños que acuden a la consulta por problemas en el rendimiento escolar o por cambios de humor, que son los síntomas que detectan los padres. Generalmente los agredidos no lo cuentan hasta que no se establece una buena relación terapéutica y adquieren confianza sintiéndose seguros. Lo primero a lo que le tenemos que ayudar es a que consiga reconocerse a sí mismo como víctima de una situación perversa e injusta. Esto puede generar tristeza, pero sólo desde una actitud consciente la persona será capaz de comenzar a defenderse con efectividad.

Para recuperarse del acoso psicológico es imprescindible aprovechar cualquier punto de apoyo externo con que se cuente, no tiene que pasarlo solo. Las personas acosadas frecuentemente se encuentran solas e ignoradas por el entorno. Desafortunadamente los observadores de situaciones de maltrato suelen preferir retirarse de la situación para evitar el problema. Por eso cualquier apoyo que uno pueda recibir es muy importante, ya que, salir en soledad del acoso es difícil, muy difícil. Cuando todo el entorno se posiciona contra uno o los testigos miran a otro lado ante el acoso, es necesaria mucha seguridad por parte de la víctima para poder defenderse y hacer frente convincentemente. Para contrarrestar los efectos del desprestigio es imprescindible romper el silencio. Si se sufre acoso no hay que hacerle el favor al acosador de callarse lo que hace.

Para salir del acoso o el maltrato no hay un único camino, pero todos los caminos pasan por la recuperación de la autoestima, la curación del daño psicológico y por aprender a cuidarse emocionalmente como nunca antes lo había hecho. El bullying deja una huella indeleble que condiciona, tras él, las relaciones interpersonales. Solo el paso del tiempo y sobre todo la sucesión de relaciones afectivas positivas podrían reducir la desconfianza hacia los demás. Por eso nuestro trabajo con el fomento de la autoestima es primordial para desarrollar la confianza suficiente en sí mismo para intentar desarrollar nuevas relaciones de manera asertiva y poder tolerar la frustración si no salen bien.

Para terminar, me gustaría mencionar que el cambio de grupo, o incluso de colegio, no se ha de descartar como una medida más para evitar el acoso, que no es un fracaso, ni rendirse. Lo su conveniencia debe ser estudiada en relación a las circunstancias concretas del caso; por otra parte, de producirse un cambio de aula o centro escolar, ello no elimina la necesidad de intervenir en otros aspectos ya mencionados como las habilidades sociales, a fin de reducir los riesgos de problemas similares en las nuevas situaciones de aula o centro.

Sería ideal poder trabajar con el bully (agresor) y los compañeros de clase, pero trabajando desde el sector privado solo se le puede sugerir colaboración al profesor y psicólogo del centro (co-dirigiendo de forma eficaz el proceso de cambio de actitudes dentro del grupo, así como la sugerencia para los padres del bully para acudir a terapia). Con el bully yo trabajaría con estrategias fundamentalmente relacionadas con el entrenamiento en autocontrol, modelado para la conducta social apropiada, y diversas técnicas concretas de modificación de conducta (según el caso), así como también se evaluaría y se trabajaría con el resto de síntomas. Y en el aula deberíamos intentar crear un clima de rechazo activo hacia la agresión que se convierta en un instrumento más para controlar la conducta del bully.

“Todo el mundo merece respeto y amabilidad de los demás”

“No estamos solos, siempre hay gente que nos puede apoyar”.

 

Ana Isabel Torresano Rodríguez
Psicóloga especialista infanto-juvenil